Culminan las Jornadas Eucarísticas 2017,en la Parroquia de la Inmaculada Concepción.
Así fue como el día de hoy Jueves 16 de marzo concluyen con la Celebración Eucarística dichas Jornadas, las cuáles dieron inicio el día 5 de enero del año en curso en la Comunidad Colonia 18 de marzo, recorriendo todas las Comunidades pertenecientes a la Parroquia, contando con la presencia del Señor Cura Mons. Juan José Pérez Parra y los Vicarios: J. Antonio Méndoza Cázarez y J. Rafael Juarez.
La Adoración Eucarística
Explicación de la Adoraciòn Eucarìstica. Carta del Cardenal Norberto Rivera
Por: Carta del Cardenal Norberto Rivera | Fuente: Catholic.net
Por: Carta del Cardenal Norberto Rivera | Fuente: Catholic.net
Si Cristo está realmente presente en la Iglesia de modo permanente en las Sagradas Especies, es deber de los cristianos rendirle un culto de adoración y agrade-cerle el inmenso beneficio de su don (Cf Concilio de Trento, Dz 878 y 888). Por eso, la Iglesia, en su disciplina, establece que la Eucaristía se custodie en el lugar más noble del templo, en aquel que atraiga más rápidamente la atención de los que entran en la iglesia, y en el más cómodo para la veneración y el culto eucarístico porque se debe hacer todo lo posible para facilitar a los fieles la devoción y las visitas al Santísi-mo Sacramento (Cf Pio XII a los congresistas de Asís, 22-IX-1956). “El sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía ha de estar colocado en una parte de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacada, convenientemente adornada y apropiada para la oración” (Código de Derecho Canónico 938).
La Eucaristía debe ser el punto de referencia de la mente y el corazón de todos los cristianos, el lugar de encuentro con Cristo y con los demás hermanos, la fuente de la caridad y el fundamento de la unidad de la Iglesia.
El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan.
Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación. (Código de Derecho Canónico de 1983, 897 y 898).
La adoración eucarística es un momento de intimidad, de confianza, de amistad con Jesucristo, el Redentor, el Amigo, el Hermano, el Compañero en nuestro peregri-nar hacia la vida eterna. En estos ratos de oración ante Jesucristo presente en las Sagradas Especies, es necesario actuar interiormente la fe en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, la esperanza, la caridad, darse cuenta de que su presencia ahí, en el pan, es un gesto de amor personal a cada hombre, a ti. El Maestro está presente y te llama. Es el instante oportuno para renovar los propósitos de santidad y de respuesta generosa al amor de Dios. La adoración a Cristo es también acompañarlo con sentimientos de reparación por los propios pecados y por los de todos los hombres y hacer nuestros los sentimientos más profundos de Jesús.
Ir al Sagrario, asistir a la adoración eucarística solemne o visitar los “monumentos” durante la Semana Santa, es ir a dialogar cordialmente con Cristo, desde lo más profundo del corazón.
La Eucaristía debe ser el punto de referencia de la mente y el corazón de todos los cristianos, el lugar de encuentro con Cristo y con los demás hermanos, la fuente de la caridad y el fundamento de la unidad de la Iglesia.
El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan.
Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación. (Código de Derecho Canónico de 1983, 897 y 898).
La adoración eucarística es un momento de intimidad, de confianza, de amistad con Jesucristo, el Redentor, el Amigo, el Hermano, el Compañero en nuestro peregri-nar hacia la vida eterna. En estos ratos de oración ante Jesucristo presente en las Sagradas Especies, es necesario actuar interiormente la fe en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, la esperanza, la caridad, darse cuenta de que su presencia ahí, en el pan, es un gesto de amor personal a cada hombre, a ti. El Maestro está presente y te llama. Es el instante oportuno para renovar los propósitos de santidad y de respuesta generosa al amor de Dios. La adoración a Cristo es también acompañarlo con sentimientos de reparación por los propios pecados y por los de todos los hombres y hacer nuestros los sentimientos más profundos de Jesús.
Ir al Sagrario, asistir a la adoración eucarística solemne o visitar los “monumentos” durante la Semana Santa, es ir a dialogar cordialmente con Cristo, desde lo más profundo del corazón.
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